viernes, 19 de agosto de 2011

domingo, 14 de agosto de 2011

Postulanta


"Tú, so zángana, por qué no aprovechas el escándalo del nombramiento de director del Teatro Gayarre para acercarte a ver si pillas cacho. ¿No tenías experiencia de la cosa?, pues hala, rentabiliza tu pasado de artista, a ver si hay suerte y nos salen las entradas gratis. Igual hasta puedo ponerme en la puerta de reventa y, entre una cosa y otra, salimos de deudas y evitamos el embargo". Eso me dijo amorosamente el prejubilado, motivándome a salir de la depresión tras las vaciones frustradas que habíamos sufrido, cuando decidimos, unilateralmente, ir a visitar a la tieta para pasar unos días de gorroneo con la escusa de la visita, que al vernos por la mirilla se abalanzó al teléfono que tiene en el pasillo y la oímos llamar a los mossos denunciando un intento de intrusión en la vivienda de una ancianita solitaria y desvalida por parte de unos indigentes. Salimos por patas y nos volvimos al dulce hogar, a pasar el verano con vistas a parque e industria contaminante.
Bueno, que me presenté en el departamento de cultura con mi currículum, primorosamente redactado a mano con esa maravillosa caligrafía de colegio de monjas, que no tengo impresora, en la que exponía mi sapiencia en las artes teatrales; no en vano una es fingidora total hasta en el orgasmo. Pues eso, que me llegué a las dependencias con el papelito doblado en cuatro en la mano, en el que reflejaba mi curso de logopedia como paciente (en el que no consiguieron quitarme mi defecto de pronunciación de la egge), mi recitado de poema el día de la primera comunión y la representación de fin de curso, donde fuí aclamada interpretando a una cerdita que, a cuatro patas, gruñía mientras agitaba el rabito retorcido que tenía en el culo. Tras pelearme con bedeles varios, que no pusieron mucho empeño en impedir mi paso, conseguí ser recibida en audiencia por una dinamitadora cultural que no podía aguantarse la risa, tanto fué así que se la llevó con hiperventilación una ambulancia del SAMU. Antes de que la trasladaran entre convulsiones, me dijo que no había oposición convocada para ocupar la plaza; yo que no entiendo de tecnicismos administrativos le respondí que lo que quería era postularme para que me eligieran, que a mí lo de los temarios y las plicas no me iba, pero ella me miró con soberbia y me dijo aquello de "soy funcionaria con plaza en propiedad y mira dónde me tienen: atendiendo postulantas. Después de haber programado campañas existosas de txistu y gaita en el paseo de Sarasate. Aquí no te agradecen nada, y eso que no me he dado al alcohol, como otros. Entre nosotras, reina, la lista de espera la llevan en la planta noble del consistorio, pero si no te recomiendan de algún partido vas dada, que mira cómo está el panorama, aunque te tiñas de verde". Preferí ignorar sus referencias al alcohol por si había visto en mi cara rasgos de beoda. Decidí hacerme la ingenua y le confesé que había omitido en el currículum que había trabajado con Asín en los tiempos de El Lebrel Blanco, parapetada tras una máscara que me encasquetó Redín para situarme inmóvil al fondo del escenario. "Lo he ocultado para que no me contaminara la relación con el oponente". Ahí se acabó la entrevista. La dió como un espasmo con un golpe de risa y se desplomó bajo su mesita de funcionaria. Me dieron ganas de quitarle la "plaza en propiedad" y llevarme la silla bajo el brazo, pero imaginarme acarreando el trasto toda la mañana me hizo desistir.
Con la culpabilidad a cuestas me personé en el Ayuntamiento y, aunque no conseguí pasar, me hice amiga del guardia de la puerta. Ya me dijo: "mira maja, si antes teníamos los pasillos abarrotados, desde que empezó el follón del Gayarre están a reventar. Hay un gentío de familiares y parientes de cargos públicos de toda Navarra que no damos abasto. Hemos tenido hasta una bronca entre dos hermanas, sobrinas de un alcalde, porque una le reprochaba a la otra que ya está trabajando de becaria, que hiciera el favor de dejar algo para los demás. Las tuvimos que sacar a las dos y casi nos abren un expediente. Así nos agradecen que velemos por la seguridad del edificio. Fíjate que tenemos hasta al amante del marido de una política, que subía las escaleras despotricando por la decoración tan horrorosa del edificio... En fin, que aquí lo que importa es de la parte de quien vengas: si con los votos de Bildu no rascas bola; si con los de la derecha, pues según les dé a los socialistas. Mira, yo soy de comisiones y aquí me tienes: viéndoles pasar a todos, que ni te dan los buenos días, pero eso sí, me quité de pisar adoquines. Guárdate el papelico, que no vale para nada, y mira a ver quien te sube al pasillo, maja, así por lo menos te quitas de la calle. Fíjate en el Lozano ese: lo tuvimos por aquí, luego se fué por allí y ahora vete a saber dónde para. Lo dicho, que la intemperie es muy jodida".
Ahíta de sabiduria funcionarial regresé a casa. Indignada como estaba y con los juanetes a reventar, decidí sacar mi rabia, y en un puesto del mercado de Santo Domingo conseguí llevarme una barra de pan sin pagar. Habría preferido un kilo de merluza, pero estaba muy vigilada. Claro, con la que está cayendo hay más gente comprando pan que merluza. Cuando se lo conté al prejubilado ya me dijo: "Así no vamos a ninguna parte. A la parálisis y la inacción. Veremos a las acomodadoras del Teatro haciendo malabares en la puerta para que no las despidan. Qué porvenir con estos".
Lo que sabe este hombre, no sé como no me lo ponen en una lista electoral.

viernes, 5 de agosto de 2011

martes, 2 de agosto de 2011

 
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