miércoles, 7 de marzo de 2012

Desaparecida



Lo sé, hacía tiempo que no le daba a las teclas. No es que me lo pidiera el cerebro, sino que el cuerpo se resistía, y cuando el cuerpo no está, pues eso.
Hoy me he enrabietado con una frivolidad, viendo que una de las princesitas monaguescas anda publicitando a la marca de lujo Gucci. Esto me ha traído a la mente un recuerdo de mi última visita a Barcelona, cuando charlando en un bar con una amiga argentina que trabaja en el Liceo, me contaba los depropósitos que se avecinaban y se han ido cumpliendo en cuanto a recortes, ERES y demás. Había una pareja de turistas, dos chicas, probablemente norteamericanas, compartiendo una ensalada para comer. A la hora de pagar escarbaron los céntimos en su cartera. Estaban arruinadas y mal comidas, pero encantadas enseñándose la una a la otra las carteras Gucci que se habían feriado. Lo que hace la tontería de desear un objeto de lujo.
Como no soy de visitar iglesias, ya las visité todas de niña, había guardado en en algún lugar de la memoria las letanías y oraciones propias de la liturgia. Total, que el otro día le oí al presidente Rajoy justificar la reforma de la ley laboral diciendo que era "buena, justa y necesaria" y se me quedó un come come en el interior, en el que me preguntaba de qué me sonaba la historia, hasta que se ha hecho la luz, como con la chuminada de Gucci: Ese texto lo suelta el sacerdote en la misa en el momento del prefacio eucarístico anterior a la consagración "En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación, darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre Santo, Dios todopoderoso y eterno. Pues aunque no necesitas nuestra alabanza, ni nuestras bendiciones te enriquecen, tú inspiras y haces tuya nuestra acción de gracias, para que nos sirva de salvación, por Cristo, Señor nuestro. A quién alaban los ángeles y los arcángeles, proclamando sin cesar"
Díganme, no sin razón, que soy más retorcida que el rabo de un gorrino, pero ante un mensaje subliminal tan potente, quién se atreve a llevar la contraria a tan alto señor.

Amén.
 
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