viernes, 12 de febrero de 2010

Belén Doolitle o Rita Esteban

Estos días que he chupado acompañamiento hospitalario, me he puesto al día de las noticias del famoseo y me he hecho adicta de la Belén Esteban, la princesa del pueblo que le dicen. Viendo los programas en que participa tenía la impresión de asistir a un guión que me resultaba conocido, sin acabar de dar con el título, hasta que finalmente se me activó la neurona.
Yo la veía largar de sus especialidades temáticas con su forma peculiar de expresarse, y veía cómo se enfurruñaba con el Jorge Javier cuando éste le corregía las "faltas". "Ya estamos en la escuela" se rebotaba la alumna tertuliana, y del cruce de miradas saltaban chispas. La he visto tragar quina y tratos más que reprobables del presentador estrella y hacer cosas que no la apetecían lo más mínimo (contratos mandan), como cantar y bailar, esto último con mayor obligación porque la incluyen en el concurso de baile Mira Quién Baila, también en la programación de "la cadena amiga", y ahí fué donde se hizo la luz: al verla ejecutar un intento coreográfico del número musical y tema central de My Fair Lady (I could have danced all night), ya saben esa magistral adaptación de la comedia musical de Lerner y Loewe, que a su vez se inspiraba en el Pigmalión de Bernard Shaw, interpretada por Audrey Hepburn y Rex Harrison, dirigida por George Cukor, que nos cuenta cómo el excéntrico y snob lingüista Henry Higgins conoce a una harapienta vendedora de violetas, Eliza Doolittle, y establece una apuesta con su compañero, el Coronel Pickering, de que en seis meses sería capaz de hacerla pasar por una dama de la alta sociedad, simplemente enseñándole a pronunciar adecuadamente el inglés. Al final, el amor.
Anda, anda, pensé, mira a lo que juegan los de Teta cinque, y encima no pagarán derechos a los de la SGAE. Tremendo. Claro que no me podía quedar ahí, faltaría más, y recordé una obra parecida: Educando a Rita, de Willy Ruysell, en la que Rita, una peluquera aburrida con su vida y agobiada por las presiones de su marido para que tengan hijos, decide apuntarse a clases de literatura en la universidad para sentirse mejor consigo misma. Frank Bryant es el profesor de inglés que le da clase. Cuando Frank observa la impresionante transformación de Rita, su propia vida se transforma también, ya que se enamora de ella a la vez que se hunde en el abismo del alcohol.
No es que crea que en la cadena de Berlusconi vaya a nacer el amor, ¡juá!, ni que florezca espontánemamente una dama de alta alcurnia, menos ahora que mandan al desván hasta las figuras de cera obsoletas y porque no creo que sea un objetivo de la protagonista.
Lo que me pregunto, a la vista de los personajes, es el final de esta comedia, el almibarado, o el alcohólico.
Se admiten apuestas.

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