sábado, 12 de diciembre de 2009

Todo sea por el trabajo.


Ayer me dijo: "Ya estoy harto, hay que hacer algo, me voy a Madrí".
Yo me puse en P a las órdenes de ¡Pedrooooo!, o sea, a hacer la Magnani, pero en lugar de correr con las pechugas parriba, me tiré al suelo y me agarré a sus gemelos, los de la pierna, y me dejé arrastrar por el pasillo, camino de la habitación del niño, gritando que no me dejara, que eso era injusto, que le había dado lo mejor de mi diva, digo vida, pero él llegó hasta el armario y sacó lo único que el niño dejó dentro después de su famosa salida: la bandera. Enarbolando la arco iris sujeta por el mástil, proclamó que había que defender el empleo. ¿Pero cuál (grité yo, dramática perdida), si no tienes, desgraciao?. "No importa, el de todos", se puso épico y peripatético. Y se fué con lo puesto. Yo le amenacé apoyando las tetas en el pasamanos de la escalera: "Me bajaré al parque, hay padres nuevos en el barrio y sabes cómo me pongo cuando veo un primerizo, que no me controlo, que me pierdo", pero no sirvió de nada. "Asqueroso ( le dije convincente), si la manifestación es mañana, ¿por qué te vas hoy, por que no te vas en sus autobuses y que te den bocadillo sindical?, arruina familias, ¿dónde te vas a meter?". "En el piso de los amigos de tu hijo", me contestó a plano picado desde el portal. "¡A Chueca, ¿te vas a Chueca, so guarro?!", gemí sujetándome en la columna de hierro. "Todo sea por la causa, mi amor. ¡Viva el sindicalismo!", soflamó abriendo los brazos con la bandera, que parecía que se iba a arrancar con el I'm chingin in the rain desde la puerta de aluminio y cristal, antes de dar un portazo que la dejó más deformada. Qué guapo estaba el canalla. Esa es la síntesis de nuestra relación, él hace musical mientras yo me me doy a la tragedia. Subí arratrándome por los escalones de protección oficial, apoyada en la pared desconchada y con pintadas obscenas, cerrando mi rebeca sobre el vientre y subiendo mis tetas, con los mechones de pelo cayendo sobre mi frente. Las puertas se cerraban sigilosamente, unas más que otras no crean, que hay mucha mala leche en la casa, y escuché un "otra vez esos...", que me remató. Me quedé sentada en el descansillo gritando como una posesa mi desgracia, más que nada por hacer escena y por joder.
Hoy he creído verle, entre los efluvios de la cazalla, en el telediario, tirando huevos a un cartel. En el contraplano el huevo impactaba en una foto de Rajoy, resbalando el mejunje de clara y yema sobre el careto. Seguro que no ha sido él, he pensado, ese no le da ni de refilón. Vaya manera de areglar el país. ¿Y los huevos?, la duda ha empezado a corroer mi ya atormentadísima mente, ¿serán de Chueca?, ¿es lo que podemos llamar un Chuecahuevazo en los morros?, y me ha dado la risa floja. Yo soy así de simple.
Mañana vuelve, creo. Estoy preparando un cepillo eléctrico para las liendres. Son los sacrificios de la revolución. Les contaré.

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