domingo, 18 de octubre de 2009

Resonancias bíblicas (1ª parte)

A mí esta foto, desde que la ví, me provoca resonancias bíblicas y aparece recurrentemente en mis sueños acompañada de una voz grave, que en off y con mucha reverberación, atruena mis pesadillas. Sin duda, el conocimiento de los hechos que la producen me provoca un análisis subjetivo. ¿Qué no es subjetivo?: Todo está influído por nuestra percepción.
Coinciden en el tiempo la aparición del libro de Saramago "Caín" y la noticia que sus "adelantos" y resúmenes traen a mis ojos.
Coinciden las noticias de la expulsión del paraíso valenciano al hijo descarriado que no veló por los intereses de la casa del padre y se dejó arrastrar por el primogénito crápula, haciéndole partícipe de sus dispendios.
Coincide la monja benedictina y su discurso sobre la vacuna de la gripe A.
Coincide el destronamiento catalán de Carod por su valido Puigcercós, repitiéndose la historia que él mismo realizó con su valedor. Parece la reproducción de cualquier pasaje bíblico entre hermanos, acuchillándose por el poder.
Y hete aquí la foto de marras. Viéndola a palo seco, sin saber de qué va realmente, una puede pensar que son un grupo de ejecutivos que van felicitándose camino de sus despachos tras la exitosa presentación de un balance benificioso (para su empresa, claro). También podría tratarse de una foto familiar: el padre, el hijo y los convidados, que festejan algo que les llena de orgullo y alegría y se van de celebración. Pero ¿qué celebran?; ya nos vamos acercando a esas sugerencias religiosas:
Y dijo Burguete: ha sido "un inmerecido final" para CDN por la "lealtad" demostrada y matizó que su partido continuará siendo "leal", más allá de "partidismos".
He aquí el hijo despechado, condenado al destierro, que pese a todas las afrentas y humillaciones sigue fiel a la casa del padre, aun sin merecer aparecer en la imagen para la posteridad.
¿Y en la foto?: He ahí al padre animando al hijo en quien ha puesto todas sus complacencias, a quien abraza cariñoso y agradecido por tan gratos y reconfortantes momentos, mientras el díscolo, el descorbatado, el pelirrojo, el extraño, más próximo sin embargo, se congratula de tan entrañable escena, soñando, quizá, en el momento que sea él el designado y, desplazando al que ahora goza del favor paterno, produzca la satisfacción anhelada, ocupando el lugar del envidiado y disfrutando de las mieles del triunfo y el reconocimiento que ahora se le niega.
Los demás personajes no importan; son meros comparsas que nada aportan a la escena central. Su aparición es méramente compositiva. Podríamos fabular sobre sus imágenes, pero nos distraerían del mensaje: ese trío cuyo centro es el símbolo patriarcal, flanqueado por los jóvenes pretendientes, de los que destaca el que, físicamente, queda unido, y elegido, por su brazo protector. En definitiva, son prescindibles.
Aunque, bien mirado, ¿no son prescindibles todos?

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