miércoles, 22 de septiembre de 2010
A la tercera
El camarero acababa de servirnos unos tallarines fritos con gambas y un arroz tres delicias, cuando una pareja ocupó la mesa al otro lado del pasillo. Ella apenas habría la boca y la voz cantante era la de él, vestido con un chandal blanco de marca y aires de frecuentar gimnasio de los de romper huesos a golpe de kick boxing, o cualquier otra disciplina marcial, me niego a llamarla arte. La mujer era sudamericana y al mirar la carta no sabía qué elegir, preguntó si aquello la iba a gustar, que qué llevaba.
- ¿No tienes boca?, pues pregúntale.
Ella calló y siguió leyendo hasta que llegaron a preguntarles si habían decidido. Él se dirigió al camarero con una familiaridad ostentosa, interrogando por algún miembro del restaurante. La respuesta dejó claro que se encontraba de descanso.
- Esta gente son la hostia, no tienen fiesta nunca, siempre trabajando y ahí los tienes con una sonrisa en la cara.
Ella no respondió, ni mostró una evidencia de haber percibido la contradicción. Le dijo que había recibido sus mensajes.
- Yo no te voy a agobiar, por eso no te preocupes. Ya has visto que te he llamado alguna vez, pero sin agobiar, yo no. Mira, mi padre se conoce todos los hoteles de la ciudad, que se iba con las putas, pero yo soy diferente. Yo soy fiel: Estoy solo, soy fiel. ¿No?.
De la botella de agua que había pedido se sirvió él, dejándola sobre la mesa.
- Tengo sed, hoy ha hecho mucho calor. Voy a mear. Luego mira los peces rojos que tienen ahí.
Pensé que si fuera ella, en ese momentro me levantaría de la mesa y saldría huyendo despavorida en busca de un taxi. Esperaba su reacción, pero solo se sirvió agua mientras le ponían sobre la mesa el arroz y el pollo que había pedido él y que habían decidido compartir. Al regreso del baño la cogió de la mano y dijo:
- Casi no puedo mear. Estaba tiesa y no había manera. Hoy llevo un día que no para, para arriba y para abajo, buf, como estoy. Bueno, es la tercera vez que nos vemos, hoy toca ¿no?.
No hubo respuesta.
- Además he quedado luego con un colega, nos vamos los tres.
Seguramente el monólogo fue más largo. Lo cierto es que nos marchamos del local con la mismas preguntas que se pueden hacer ustedes. Es lo que tienen los finales abiertos, te dejan con un montón de interrogantes y conjeturas, probablemente las mismas.
¿ O no?
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