jueves, 2 de septiembre de 2010

Reality


Me gustan los finales felices, como a todo el mundo. Díganme si no es emotivo que Burgalés, ese novillo fugado en el encierro de Valtierra, haya vuelto al redil. Las cosas como son, como tienen que ser y el toro al redil. De cajón. En eso se sostiene el mundo. Los descuadres nos descomponen, la asimetría nos inquieta y nos desasosiega la irregularidad. Por eso me encorajina esa separación matrimonial de nuestra lideresa por antonomasia. ¿Et pourquoi?, dirán ustedes, a esta que la va ni la viene. Tienen razón. Hombre, reconozco que me siento un tanto dolida por no poder tener una chaise longue de Le Courboisier ofertada de saldo por la CAN. Ya sé que no soy clienta preferente, ni tan siquiera soy clienta de esa entidad: no quisieron que les debiera dinero y se lo debo a otras. Ellos se pierden mis impagos y descubiertos. Únicamente me haría ilusión tumbarme a reflexionar entre ronquidos en una tumbona de diseñazo y piel y no el escay del sofá, que me hace sudar como una gorrina y al que nos quedamos pegados. Es lo que tiene ser pobre. Pero lo asumo, no crean. Lo que ocurre es que, como buena insatisfecha, me coloco con historias de final feliz. Ya está, sé que lo están pensando: está todo el día amorrada a culebrones y telenovelas. Pues no. Yo me amorro a series de policías y bomberos y cuanto programa presente unos abdominales en condiciones en cuerpazos de revolcón y olvídame. Pero el final debe ser Pretty Woman.
La duda que me surge es si los guionistas locales están a la altura de las circunstancias y nos pueden dar una historia digna de encandilarnos. En Madrid la historia va de puñaladas entre correligionarios vacíos de contenido haciendo gala de gráficos de apoyo. Lujo y glamour ambicioso. Por Valencia la cosa va de: los polis y el Gobierno son malos y los presuntos malos somos los buenos. Acción y espionaje de luxe. En el País Vasco la trama es de infidelidades e intercambio de parejas. Previsible y aburrida. En Cataluña la historieta es como del pulgón de la vid. Documental territorial. Pero en Navarra, ay amor, nos apuntamos a tele Belén. Reality con personajes desbocados. Vuelvo a la pregunta: ¿estará el guión a la altura, tendrá suficientes ingredientes para mantener la atención, habrá sorpresas (visitas, personajes nuevos, estrategias, nominaciones)?.
Lo confieso soy sentimental y antigua. Lloro con Blanche Dubois, ese personaje de "Un tranvía llamado deseo" enfermo de soledad y egoísmo. Me emociona lo indecible que Eduardo VIII abdicara por el amor de Wallis Simpson; sufro con personajes constreñidos como Yerma, aplaudo a la Karmele Marchante que supera el ridículo de postularse a Eurovisión en aras de la audiencia y me descojono viva de la Lomana y su pretenciosa ridiculez, por no hablar de la reina de corazones, la inclasificable Belén y su pastiche barriobajero.
Sinceramente, ¿alguien cree que aquí hay material para sostener a la audiencia?. Como esta es una ciudad elegante, haremos como que no miramos y nos dedicaremos a mordisquear un cruasán frente a un escaparate tarareando la melodía de Moon River, mientras la automovilística china Chery se instala en Barcelona y crea 10.000 puestos de trabajo. Igual tengo que volver a mi tierra a ganarme el pan y acabo como Baby Jane.
Es todo taaaaan decadente.

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