domingo, 15 de mayo de 2011

Indignados


¿Qué clase de impresentables manejan nuestras vidas y por qué lo consentimos? Una se hincha de leer éxitos editoriales como "Indignaos", o "Reacciona", que se están convirtiendo en best sellers de autoayuda ante la crisis, y se encuentra con que es inútil enfrentarse al sistema, a quienes controlan el sistema. Ya se del derecho a la presunción de inocencia, en eso nos amparamos todos, pero viendo la que está cayendo dan ganas de aplicar el principio de culpabilidad mientras no se demuestre lo contrario. Podríamos dejar la cuestión ceñida a la dulce Francia, con los escándalos de Sarkozy llamando pederastas a los periodistas que le interrogan, aplicando el principio de culpabilidad, por unos sobornos en Pakistán, con muertos franceses por atentado, incluídos, por no querer soltar la pasta. Podríamos hablar del escándalo de la detención del director gerente del FMI y futuro candidato socialista, Dominike Strauss-Kahn, trincado en el asiento del avión en pleno aeropuerto JFK cuando se iba a pegar el aletazo, acusado de la presunta comisión de un delito de agresión sexual en la persona de una camarera del hotel donde se alojaba en NY. Este señor es, además, reincidente en este tipo de noticias de índole sexual, que en el 2008 le costaron el puesto de trabajo, en el mismo FMI, a la denunciante. Lógicamente todo lo antedicho es presunto, no la jodamos, que una no goza de grandes recursos para poder pleitear con los poderosos.
Que "el fin no justifica los medios" es una entelequia que nos la pasamos cada vez más por la entrepierna es una certeza. Si no, no se comprenden barbaridades que presenciamos a diario. Podría citar un montón de situaciones relevantes en el candelero de la noticia, pero prefiero ilustrarles con una historia, también presunta, más cercana y local: En una ciudad de provincias, capital de una monoprovincial comunidad autónoma, reside un candidato electoral que, según cuentan las malas lenguas, no se pierde inauguración ni evento social de repercusión mediática, en los que lo que más disfruta no es de los cuadros de la exposición, o la disertación del ponente, sino del lunch y la confraternización social, poniéndose hasta las trancas de canapés y vinitos, concluyendo con una echada de mano a culo de contertulia, lo que conlleva, no siempre, una bronca que se salda con la intervención de los escoltas. Naturalmente, la toqueteada es una engreída, intolerante y nada afín a los postulados políticos del candidato, que lo quiere hundir y desprestigiar. También presuntamente, estas, y otras, situaciones han llegado a la desagradable conclusión de costarle el puesto a algún escolta harto de sacarle la cara al presunto impresentable.
Cuenta también otra leyenda urbana, que otro candidato de un partido en riesgo de extinción, en sus tiempos de representante sindical propuso, desde el ente en el que disfrutaba de las horas sindicales que le permitían meditar tanto, que la gestión de la caja del fondo de pensiones funcionarial fuera cedida a los sindicatos representativos, siguiendo el modelo americano de fondos de pensiones sindicales, ya que con esos dineros podían hacer lucrativas inversiones, vetadas a los organismos oficiales, que aportarían unos jugosos beneficios en altísimos intereses. Por ejemplo los sellos de Fórum Afinsa. Afortunadamente las pensiones de los funcionarios quedaron a salvo, de momento, porque imperó el sentido común, y así los funcionarios jubilados siguen cobrando en euros en lugar de en sellos de correos, con los que, me parece, no se puede pagar el pan nuestro de cada día.
A la vista de tanta historia sin visos de credibilidad alguna, una se plantea que, si fueran ciertas, cómo es posible que semejantes personajes continúen en sus cargos. ¿Qué poder los sustenta, qué sistema los mantiene, a cambio de qué? Ya, si yo también lo sé: el pesebrismo. El pesebrismo millonario del pago, o no pago, de unos sobornos, aunque se lleven las vidas de personas por el camino; el de las prebendas y los favoritismos; el de los favores (incluídos sexuales) y los chanchullos, sean en trajes, coches, puestos de trabajo, inversiones, comisiones, dietas, cargos, pisos, etc. Lo que me pregunto es dónde han quedado las ideologías, los principios en los que se sustentaban ciertos postulados políticos por los que cabría exigir más a determinados personajes, porque de otros solo se puede esperar que se ajusten al derecho, o las creencias éticas y/o religiosas. Mi vecino el policía dice que tiene menos derechos que un ciudadano "normal"; a él se le juzga como ciudadano y como policía. Se le exige más. ¿Por qué no a los políticos?. ¿Por qué los políticos parece que nos hacen un favor dedicándose a estas tareas "menos lucrativas que la actividad privada"?.
Qué rollo les he soltado, ¿no?. ¿Soluciones? Pues alguna idea sí que tengo. En otra ocasión. Con permiso.

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