No sé ustedes, pero yo empiezo a estar un pelín harta de las humeras que se forman en las aceras a costa de los fumetas apostados en terrazas y puertas de tugurios. Que sí, que ya sé que eso es la puta calle y que están en su derecho, pero reconocerán conmigo que la imagen deja que desear: Personas con un vaso en la mano y dándole al fumeteo, en algún caso bajo una estufa que les alivie la inclemencia, que en una ciudad como Pamplona es mucha inclemencia. Leo que en París van a prohibir las estufas de las terrazas de los bares. Sinceramente, me parecen un derroche innecesario. Te hartas de escuchar consejos de ahorro energético diciendo que aísles puertas y ventanas y bajes la temperatura de la calefacción de tu casa y en la calle se tira el calor. Todas estas cosas son discutibles, hasta peleables, pero no me digan a lo que puede llevar el ansia por el negocio: El señor Eduardo Hernández, gerente de la empresa TECNA, que es una empresa líder en la fabricación de estufas de intemperie, se queja de la medida prohibitiva del Ayuntamiento de París argumentando que ahora que el negocio les va divinamente pues que la van a cagar, y dice que más contaminan las calefacciones de los hogares. Seguramente tendrá razón. Lo que me resulta difícil de asimilar es la imagen de los ciudadanos fuera de sus casas, heladas, intentando calentarse en las terrazas de los bares y de paso dándoles de comer a ese noble gremio de hosteleria que tanto mira por nuestra cirrosis y colesterol, o sea, nuestro bienestar.
Ya lo saben, hagan el favor de no torpedear el negocio de unos pocos; egoístas, que son unos egoístas que sólo quieren estar en el calor de sus casitas y sin gastar ni dar beneficios a empresas.
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