miércoles, 20 de enero de 2010

De Marías Antonietas

Cuando una cabeza se eleva más de lo admisible, plagio a un amigo y saco a relucir a María Antonieta, ya saben, la esposa de Luis XVI, reina consorte de Francia y de Navarra, aquella cuya real testa rodó en la guillotina. Como no se trata de tirar de la wiki y dar clases de historia, me centraré en la que montaron las mujeres el 5 de octubre de 1789, tras los fastos ofrecidos a los guardias de corps el día 1, cuando se plantaron en Versalles pidiendo pan y llevándose a la troupe real a París a punta de cuchillo. Ésta ha sido la base de toda revolución siempre, algo que tendemos a olvidar.
Les invito a teclear en el google "riesgo de revuelta social" y vean los resultados, hasta políticos como Durán y Lleida alertan del tema, claro que cada cual saca las conclusiones que le convienen, como el Ayuntamiento de Vic, o la línea que ahora marca el PP, por cierto, qué coincidencia con las declaraciones de la Presidenta de UPN.
¿Y esto, a cuento de qué viene?, se preguntarán: Leía ayer un artículo en El País ( http://www.elpais.com/articulo/internacional/ricos/salen/indemnes/elpepuint/20100119elpepiint_5/Tes ) en el que se trata la desigualdad social en Haití, y cómo, pese a la miseria y el caos en la ayuda, hay hoteles, como el Ibo Lelé, con las despensas llenas y demandando el suministro de Pepsi Cola, pareciéndoles mal a los propietarios que se repartiera el refresco gratis a la plebe muerta de asco.
Mientras nos horrorizamos y angustiamos ante los sucesos, e intentamos ayudar como podemos, hay quien está allí mismo atrincherado en su opulencia miserable, supongo que justificándose en su actitud y armados hasta los dientes, ignorando lo que se cuece a su alrededor, esperando que la turba no se acuerde de su existencia y se los coman vivos.
Díganme, ¿qué actitud les parece moralmente más correcta? Compartimos y corremos el riesgo de perecer todos, o garantizamos nuestra supervivencia, opulenta en estos casos, mientras les vemos morir a los otros, esperando que no nos descubran. ¿Y entonces, qué?.
Se lleva mucho tiempo hablando de los riesgos de asalto al primer mundo, de los desequilibrios en los barrios, de la explotación de las clases bajas, del expolio indecente de los banqueros, de la especulación, y nosotros seguimos empeñados en aislarnos, en dar una vuelta de tuerca más, en proteger nuestras provisiones, olvidando la historia y las vueltas que da la vida.
Dice Amos Oz, en su ensayo "Contra el fanatismo": Sacrifiquémonos hoy, impongamos incluso que los demás se sacrifiquen hoy, de forma que nuestros hijos hereden un paraíso en el futuro. En algún momento,en torno a mediados de siglo, se reemplazó esta noción por la de felicidad instantánea. No se trataba ya del famoso derecho a luchar por la felicidad, sino de la ilusión -actualmente tan extendida- de que la felicidad está desplegada en las estanterías, de que sólo hay que llegar a ser lo bastante rico para costearse la felicidad a golpe de billete.
Perdonen la molestia.

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