lunes, 3 de agosto de 2009

Vivo en un ¡ay! con el culebrón Sanz


¿Pero cuándo vuelve Yolanda de sus vacaciones, no era hoy cuando se reincorporaba a su despacho y nos iba desvelar el siguiente capítulo de la trama? ¿Habrán hecho contra programación y nos han dejado deliberadamente con las ganas, manteniendo el suspense sine die? ¿Estarán buscando publicidad? ¿Qué han decidido los guionistas?
He de confesar que de los otros culebrones que sigo, el valenciano no me ha sorprendido, carece de interés, está sabido, los protagonistas caen en el manierismo. Demasiado maquillaje y compostura para tan poco calado. Es un culebrón asexuado, no se ría que le veo, asexuado dije, porque son pimpollos sin empuje y de fácil contentar. Es como echarse un querido que se contempla en el espejo enamorándose a sí mismo mirando la pulsera Cartier que se ha puesto sobre el paquetón. Puaf.
El de Madrid es de una ordinariez insultante, carente de acción y glamour y con una prota que parece un personaje de Aída. Es una de espías barata. Como Torrente, vamos. Nada que ver con Bourne o Bond, o la Jolie de Lara Croft.
A mí el que me pone es el culebrón americano, el de que el prota arremete contra la falta de remordimiento de los banqueros, que pelea por la igualdad social y racial, el que se cree su papel y se quita la chaqueta para tomarse una cerveza y hacer las paces con un policía y un profesor negro. Eso es un hombre y un guión, un héroe en toda regla y no las muñecas de porcelana de Valencia (¿ahí hacen los Lladró, no?), la calcetines madrileños con sonotone, o la muestrarios de Carolina Herrera jugando al "escondite lerite Cristina Sanz", dando caña a los riberos.
Que no vivo, leche.

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