miércoles, 9 de septiembre de 2009

Del hermanamiento entre Lekeitio y Pozuelo

Dudaba si opinar entre el escándalo con la prostitución en el Raval Barcelonés, que no dejo de lado, o los conflictos de Pozuelo, que coinciden en el tiempo con los de Lekeitio. A los de Lekeitio ya les hemos dicho de todo desde hace tiempo y sólo los intentan justificar gentes como el alcalde del pueblo, del PNV, que dicen que esa violencia salvaje es producto del calentamiento político que se está dando en la sociedad vasca. Lo que es simplemente inexplicable, de pronto se "comprende" con un paternalismo indecente.
Y lo de Pozuelo, cómo lo explicamos?. Una de las razones con las que se ha intentado explicar el fenómeno del botellón eran los altos precios de las copas en los locales de ¿ocio?. ¿Y los pijos del extrarradio madrileño, también tienen problemas económicos para emborracharse en los baretos?, ¿o intentan asemejarse en la diversión al lúmpen pero en sus exclusivos e inaccesibles reductos urbanitas?
No es la primera vez que se producen incidentes en el desarrollo de algún botellón, lo sorprendente es la reacción de los niños ricos contra los símbolos de la autoridad. No es que se espere de los adinerados un comportamiento irreprochable, a la vista está su actual escala de valores, y digo actual, que no es muy diferente de la sempiternamente mantenida. Aunque su conciencia la laven con el ego te absolvo de los elegidos por la religión de turno.
"Travesuras de adolescentes enfrentados con el mundo", decía una tertuliana a la que escuchaba esta mañana.
Berracos alentados por las soflamas de sus "líderes" que alientan conspiraciones político-jurídico-policiales y que hacen perder el respeto a las instituciones. La base es la misma que la de los de Lekeitio. Nos persiguen, nos criminalizan, nos encierran, nos espían, nos machacan. Somos héroes, no criminales. Lo hacemos por la patria. Tenemos que liberar a la patria. La patria. La patria somos nosotros. No ellos.
Dijo Céline en su Viaje al fondo de la noche: "Os lo digo, infelices, jodidos de la vida, vencidos, desollados, siempre empapados de sudor; os lo advierto: cuando los grandes de este mundo empiezan a amarlos es porque van a convertirlos en carne de cañón".

Hay que mencionar en este sentido la aguda escisión entre el niño y la realidad de la vida, escisión que se da en menor medida en los hijos de obreros y campesinos. Al niño burgués se le preserva expresamente de entrar en contacto con la realidad, de modo que su mundo adquiere un carácter ilusorio, espectral. Se le enseña a cultivar las virtudes de la modestia, la sencillez y el amor al prójimo. Y, aunque es verdad que para la gran mayoría de la gente es necesario ser dócil, limitar las pretensiones a la propia felicidad y, hasta cierto punto, encarnar realmente tales virtudes, para el reducido grupo del que saldrán los hombres de negocios y demás triunfadores -que tienen que ser exigentes y despiadados si quieren tener éxito-, estas reglas no son válidas. Claro que los hijos de la "élite" ya descubren a su debido tiempo el secreto de que para alcanzar el éxito es necesario hacer todo lo que se predica a los demás niños que no hagan. Semejante descubrimiento no le está permitido a la gran masa, que se pasa toda la vida desorientada y no entiende en absoluto qué es lo que realmente determina la vida social. Son muchos los que, víctimas de la contradicción entre el deseo de éxito y el de cumplir los ideales que les enseñaron en la infancia, acaban padeciendo enfermedades neuróticas.
"El ser humano en nuestros días. La vida auténtica". Erich Fromm

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