Dilema moral

Al la que hace publicidad de un fascista también se le considera fascista? me pregunta un comentarista Anónimo.
Mi ingenuidad de principiante blogera me llevó a comentar opiniones ajenas, a ilustar mis comentarios con fotos y/o videos y a "moderar" los comentarios que no me parecían merecedores de aparecer. Así, parecería que sólo puedo opinar de cosas chachi chupi guachis a las que alabar, o que si "censuro" un comentario estoy siendo intransigente. Ya en un post dije: "A opinar a tu blog". Me había cuestionado qué hacer con los opinadores y se me ocurre una analogía. Si en mi casa viene un invitado y me cuelga de la ventana una bandera que yo no quiero, ¿soy intolerante si le digo que la quite, o la descuelgo?. Si hago una exposición sobre el holocausto y la acompaño de discursos de goebbels, ¿estoy haciendo propaganda del fascismo? ¿Y si cuelgo la receta de la tarta sacher, fomento una alimentación insana y la obesidad? ¿Apocalypse now es una película belicista o pacifista?. Podría eternizarme haciendo preguntas sobre si una tesis debe contener la antítesis. O si como mujer sólo debería hablar de las virtudes de las compresas. Comprendo que fastidie y me pregunto si no debiera mandar a tomar por rasca el blog. ¿Por qué hacerlo, sólo porque a alguien no le gusta?.
La democracia bién entendida tiene un defecto, debe tolerar a los que la aniquilarían. Y ahí estan muchos presuntos tolerantes. No me voy a retirar. No me voy a sentir culpable. Si alguna vez tengo que rectificar y/o disculparme, lo haré, no me duelen prendas. Pero es una decisión mía. Y al que no le guste puede despacharse donde le plazca y le dejen. Yo no obligo a nadie a que me mire. Si alguien quiere hacerlo y disfruta con ello, mejor que mejor, si no, tanto gusto.