Ayer fué el aniversario. Han pasado 20 años de la matanza de Tiananmen. La fecha ha pasado sin pena ni gloria. Se diría que no ha importado mucho. La cifra daba más juego, es de las redondas: 20. Pero no. Los césares chinos consiguieron lo que se proponían, o casi, silenciar el recuerdo, olvidar los hechos. Revisando, me he dado cuenta que en este tiempo la matanza no ha merecido, creo, a riesgo de equivocarme, de una canción que sirviera como un himno para el recuerdo, nada. Imágenes, sí, vivimos en una sociedad que, tal vez, no necesita de cancioncitas, tenemos la imagen, real, así fué o así os lo cuento, pero la imagen no la podemos entonar nosotros, no la podemos lanzar con nuestra voz, no la podemos ver sin un instrumento. Ningún juglar pareció conmoverse lo suficiente.
Al final, todo se reduce a la sección efemérides y a una reseña en algún caso incómoda.
CAÍDA
Y me vuelvo a caer desde mí mismo
al vacío,
a la nada.
¡Qué pirueta!
¿Desciendo o vuelo?
No lo sé.
Recibo
el golpe de rigor, y me incorporo.
Me toco para ver si hubo gran daño,
mas no me encuentro.
Mi cuerpo ¿dónde está?
Me duele sólo el alma.
Nada grave.
ÁNGEL GONZÁLEZ
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